En el contexto del análisis matemático, la cobertura de la diferencial
es total: en las derivadas está presente implícita o explícitamente, según se
use la notación de Lagrange o la notación de Leibniz; en las integrales, su presencia
siempre es explícita; y en ambos casos, no está ahí de adorno o de mero
acompañante; la diferencial es el vínculo entre derivada e integral, entre
cálculo diferencial y cálculo integral.
Sin embargo, en los textos y cursos tradicionales, el uso habitual de
la diferencial se apoya en la idea intuitiva de que en el rango de lo muy
pequeño, los incrementos exactos se confunden con sus aproximaciones. Y es que
la tangente a una curva se acerca tanto a ella, en la vecindad del punto de
tangencia, que en esa vecindad, la curva es virtualmente indistinguible de su
tangente. Cuando la diferencial dx es muy pequeña, la diferencial dy
puede ser usada como una muy buena aproximación del incremento Dy, porque la diferencia entre ellos
es prácticamente imperceptible.
Leibniz llamaba diferencial de una magnitud y, a la variación
infinitesimal dy que experimenta la imagen de la magnitud x
sobre la recta tangente, al pasar de la posición x0 a la
posición x0 + dx; a dy sólo se le podían asignar valores
infinitamente pequeños y, en esa vecindad, coincidía con Δy, sin cometer error.
Así, cuando el incremento de la variable Dx se acerca a cero, también se acerca a cero el incremento de la
función Dy, haciéndose ambos infinitamente
pequeños. Al llevar esto a la razón incremental Dy/Dx, ésta se transforma en un el cociente de
cantidades infinitesimales, llamadas diferenciales y denotadas por dx
y dy;
el cociente dy/dx, que define a la derivada. Para Leibniz la derivada era
un auténtico cociente, pero un cociente de infinitésimos.
La interpretación geométrica de esta idea consistía en considerar que una
curva estaba formada por un número infinito de segmentos de recta infinitamente
pequeños y que una tangente era una recta que contenía a uno de esos diminutos
segmentos; para calcular la pendiente de la tangente en un punto (x, y),
se hacía un desplazamiento infinitesimal sobre la curva, hasta (x+dx,
y+dy), y el cociente de infinitésimos dy/dx, se establecía como
pendiente del segmento infinitesimal.
Por ejemplo, para calcular la derivada de la función y = x2,
Leibniz imaginaba que una variación infinitesimal dx generaba una variación
también infinitesimal dy:
y + dy = (x + dx)2 = x2 +2xdx + (dx)2,
por lo tanto: dy = 2xdx + (dx)2
Luego suprimía el término (dx)2,
argumentando de que el cuadrado de un número infinitamente pequeño es
“infinitamente infinitamente pequeño”, y por ende despreciable, obteniendo la
expresión: dy = 2xdx. Finalmente, al
dividir por dx, tomaba la forma de cociente, que define la derivada:
Esta simbología que ahora nos es tan familiar, fue creación de Leibniz.
Él inventó los símbolos de la diferencial y la integral, y propuso reglas para
manipularlos; también utilizó símbolos para mostrar conceptos e ideas, dándoles
significado físico, y expresó sus razonamientos a través de fórmulas. Con ello,
Leibniz fue el precursor de toda una filosofía de búsqueda de lenguaje para el
cálculo.
“Esta voluntad que poseo de llegar a producir algo que sea considerable,
me ha abierto caminos desconocidos y me ha llevado a estudiar un arte que no ha
sido suficientemente cultivado por los hombres. Se trata del arte de inventar
en general, cuyas reglas no están escritas en ningún sitio” Gottfried
Leibniz.
En la estructura del cálculo, la diferencial ejerció un papel
protagónico; se utilizaba para sustituir el incremento al calcular derivadas,
advertidas éstas como cocientes de incrementos muy pequeños, y también para
calcular integrales, percibidas éstas como sumas de infinitos incrementos muy
pequeños.
No obstante sus dificultades y contradicciones, amplificadas por las
muchas críticas disidentes, la diferencial de Leibniz significó una aportación
insólita para la comprensión y el estudio de las ciencias físicas. La idea
intuitiva de aproximación prevaleció a través de los siglos y ha sido muy bien
aprovechada por físicos e ingenieros, que han aplicado la diferencial, aún sin
saber bien a bien lo que es; la falta de entendimiento del concepto de
diferencial condujo a un enfoque mecánico algorítmico, carente de fundamento y
despreocupado de significado, que todavía perdura en nuestros días.
El uso de cantidades infinitamente pequeñas para la invención del
cálculo, también significó su punto más débil y el blanco de todas las críticas.
No podía ser cierto que existiera un número que, sin ser cero, fuera más
pequeño que todos los demás números. No era aceptable que escribieran como
igualdad lo que sólo podía considerarse como aproximación. No era válido que
algunas cantidades pequeñas que, de entrada, no eran cero, se descartaran
luego, justo en el momento que se consideraba oportuno, y precisamente por ser
muy pequeñas.
“... no pueden obtenerse proposiciones verdaderas de principios falsos”
George Berkeley
“Aunque admito la exactitud de los resultados del nuevo cálculo,
considero, sin embargo, que éstos están viciados por una cierta oscuridad y a
veces conducen a absurdos; critico la inexactitud de despreciar las cantidades
infinitesimales y juzgo oscuros y peligrosos esos métodos de cálculo”
Bernard Nieuwentijt
La definición de diferencial de Leibniz resultó insuficiente, no sólo
por la falta de argumentos para explicar cómo es que funcionaba el cálculo,
sino porque muchas veces conducía a resultados equivocados. Ahora se sabe que
es errónea la concepción de la diferencial de una función como cantidad
infinitesimal que se aproxima al incremento infinitesimal de la función; sin
embargo, tres siglos después, no ha sido desterrada del todo del ámbito
educativo.
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